Susana esperó la llegada de Jaime hasta ya entrada la madrugada. Observaba la danza rítmica de los árboles movidos por el viento y escuchaba su agudo silbido mientras golpeaba su ventana. Tenía muchas cosas en qué pensar y decisiones importantes por tomar antes del amanecer. Aquella llamada telefónica por la mañana del día anterior, la había dejado atónita y temblorosa, ¿Cómo era posible que “ese” sujeto aún existiera?, ¿Cómo había hallado, después de tantos años, su número telefónico?, ¿acaso la espiaba como antaño?
Le dio miedo, un temor extraño que le sacudía las entrañas y que traía a su memoria aquellos arrebatados recuerdos de su adolescencia que la tenían sin poder conciliar el sueño. Repasaba en su mente qué justificación daría en caso de que aquel hombre sin prejuicios se fuera a presentar de repente frente a la puerta de su casa, estando ella con Jaime, su esposo, para echarle en cara un pasado que creía haber borrado por completo con el tiempo.
Lo que más la atemorizaba es que ella lo había humillado al final, lo había dejado solo después de haber soportado que él la destruyera psicológica y moralmente durante años, pero lo había amado más a que ningún otro ser en su vida; más que a su propio marido, y ella lo sabía.
Inspiró una gran cantidad de aire y descubrió en el reloj de su muñeca que eran las cuatro de la mañana con diecisiete minutos; decidió recostarse en su blanca cama y apagar el foco del buró. El ruido del viento hacía que las ventanas crujieran y de pronto se imaginaba al individuo trepando por las paredes de la casa, como un arácnido, provocando esos ruidos tenebrosos. Por segundos, se sentía observada, su consciencia no la dejaba en paz. Volteaba de vez en vez hacia la ventana para descubrir únicamente sombras, las mismas que formaban las cortinas cerradas, y se imaginaba a un ser humano de pie en la esquina de la habitación observándola. El corazón se le salía por la boca, hasta que dio media vuelta para ya no observar en aquella dirección. Media hora después, cayó profundamente dormida, mientras la sombra se acercaba silenciosamente hacia su cama.
English version:
Susana waited for James's arrival until late at night. She watched the rhythmic dance of the trees, shaken by the wind, and listened to their high-pitched whistle as they hit her window. She had a lot of stuff to think about and important decisions to make before dawn. The phone call she received yesterday morning left her shocked and shaky. How was it possible that “that” guy still existed? How had he found, after so many years, her phone number? Was he spying on her as he did before?
She had fear, the kind of fear that shook her insides and brought back to her mind those rapt, teenage memories that kept her from falling asleep. She mentally went through the different excuses she would give in case that unprejudiced man suddenly showed up on her doorstep while she was with her husband James, to throw in her face a past she believed time had completely erased.
What scared her the most was that she had humiliated him at the end, she had left him alone after enduring her own psychological and moral destruction for years, but she had loved him more than any other being in her life; even more than her own husband.
She inhaled a large amount of air and saw on her wristwatch that it was 4 in the morning with 17 minutes; she decided to lay down on her white bed and turn off the bureau light. The sound of the wind made the windows creak, and she suddenly imagined the guy climbing up the house walls, like an arachnid, causing those scary sounds. For seconds she felt observed, her conscience wouldn't leave her alone. From time to time she turned towards the window to discover only shadows, the ones formed by the closed curtains, and she imagined a human being standing on the corner of the room, watching her. Her heart was leaking out of her mouth, until she turned around to no longer look in that direction. Half an hour later she fell fast asleep, as the shadow crept over to her bed.
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